La gitana sonriente, sonreía,
despues gritaba tranquila:
¡Nena, tengo las bragas
de las supernenas!
Al otro lado de la callejuela
sonaban los despertadores,
y subido en un atrio improvisado,
el predicador,
vendía zapatillas
manchadas de pintura amarilla,
con su megáfono.
Al otro lado de la vida...
la calle seguía llena de hojas
y charcos infestados de alegría...
El mundo estaba perdiendo el norte
con tanto pasadizo.
14:40
30-03-04
even.
30/3/04
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